La Contracrónica, por Jorge Deza – «El valor de una victoria»

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Ganar. Divino tesoro. A Malata abrió el domingo las compuertas de la ansiedad acumulada en una temporada espinosa, que aún tiene retazos de dudas y batallas por escribir. Se vació de tensión en una terapia de grupo que salpicó emociones. “No hemos hecho nada”, según palabras de Ricardo López. Pero nada va a ser ya como antes. Aunque haya recaídas.

El técnico madrileño hizo su puesta de largo en el coliseo del Sardina. Y su equipo vio la primera la luz al final del túnel. La receta: entrenar y entrenar. Y un discurso nuevo. Y una propuesta adaptada a la plantilla. Ricardo no vino a echar a nadie, ni a figurar. Vino a probarse, a aprender, a identificarse con el vestuario. A comprenderlo. Vino a sacar jugo al grupo. A descongestionarlo, a desatascarlo. Rezuma empatía, pura conexión con los suyos a ras de suelo. Y de hierba. Y éstos lo agradecen. Verle saltar al campo al final del partido haciendo piña con sus pupilos para premiar a la afición por su apoyo fue la mejor jugada del partido.

Lo que más quiero destacar, por lo tanto, no es el pundonor del chaval Borja Freire, para mí el futbolista más destacado del encuentro. No es ver al reconvertido Maceira duplicando tareas y marcando por segunda jornada consecutiva (algo sin precedentes para él desde que viste la Verde) y los que le quedan, según su preparador. Que choque su pecho de rabia y felicidad con sus compañeros para celebrar más goles, es lo que le deseamos al de Mos. No es ver volar como tantas veces al gran Mackay, despejando -como nadie en el bronce español- los disparos de la desesperación berciana. Lo mejor fue al final, después de los golpes, y las caídas, y la resurrección, y el sufrimiento en equipo para terminar ganando. Ricardo y su corazón de león llevando a sus pupilos de la mano a fusionar su alegría y su esperanza con la alegría y la esperanza de la afición. Ser todos uno en esto y hasta el final porque es lo que toca de enero a mayo de 2018. Que ya vendrá el verano… Ese es el lenguaje no verbal de la escena invernal bajo un cielo despejado. El real torcedor (que diría Gracián) para cambiar el rumbo y escapar de esta temporada sin sobresaltos.

Jugadores del Racing celebrando. Foto: Bruno Penas

La victoria ante la Ponferradina solo vale tres puntos y quedan veinte o más para alcanzar el Mar de la Tranquilidad. Uno de los puntos conseguidos es de alivio, de oxígeno. Cortar la hemorragia y ponerse a caminar, aunque el roce del esparadrapo en la piel siga doliendo. El dolor es menos dolor cuando hay un motivo de logro. Cuando pintas tu propio horizonte aunque lo veas lejano todavía. Cuando empiezas a ver por dónde va el sendero.
Otro punto es de autoestima, de orgullo. Pese a la mala campaña somos el Racing, y nunca dejaremos de serlo aunque este año toque oler las humedades de las catacumbas y hacer cuentas de la lechera y rebanarse los sesos sobre quién mató a quién. Seguimos fallando atrás en córners y faltas. Nos falta un poco de fuelle. Debemos simplificar la salida del balón y no rehusar el patadón para despejar contingencias. Queremos tocar y eso, si es con criterio, está bien, pero lo más lejos de área propia, por favor. Eso sí, el domingo -y también es justo decirlo- hubo futbolistas más atrevidos, más presentes, más esforzados. El equipo construyó su fe en sí mismo. Buscó gustarse aunque no siempre lo consiguió. Pero jamás bajó los brazos. Remontó, luchó y ganó. Corriendo o andando, sufriendo o disfrutando, fallando o acertando, no estaba dispuesto a perder. Y si no quieres perder, no pierdes.

El magnetismo de Ricardo, su tacto y el esfuerzo semanal, la confianza como dogma; todo ello hace que los jugadores se descubran a sí mismos y saquen fuerzas de flaqueza. Y casta y pelea. Ganar, ganar y ganar es el mantra. Aún hay dolor. Aún queda mucho por hacer. Pero ya no hay miedo.
Por último, el tercer punto, cómo no, es de esperanza. El Racing ya sabe cómo salir de esta aunque la salida del laberinto dará muchas vueltas. Pero ya somos conocedores de que podemos escapar. Y ser libres.


Por Jorge Deza para muchacalidad.com #FútbolFerrol