CONTRACRÓNICA por Jorge Deza – Un trébol de siete hojas.

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La derrota del Racing de Ferrol ante el Talavera de la Reina le supo a todo el mundo a cosa inesperada. No entraba en el guión del “ricardismo” ni en las re-construídas ilusiones de una afición que solo desea el fin de esta temporada de pesadilla. Pero el cuadro verde no estaba -ni está- lo suficientemente curado de sus dolencias. Aquellas que se instalaron con malas decisiones, omisiones y una falta de sacrificio que ahora intenta corregir Ricardo López.
No es justo decir que el llamado “efecto Ricardo” ha terminado. El técnico madrileño no vino a regalar, una tras otra, victorias todos los fines de semana. Ni fútbol esplendoroso de aquí a mayo. No tenemos plantilla para eso pero la parte buena es que nos bastará con mucho menos para eludir el desastre. Vino a cambiarle la mentalidad a un grupo de futbolistas empantanados en un bajísimo rendimiento (del cual son responsables ellos en una medida nada desdeñable) y en una línea de resultados totalmente negativa. A reorientar a una plantilla mal confeccionada, poco entrenada y escasamente sometida a sacrificios. Un colectivo integrado por jugadores quizá demasiado mimados por la entrañable concesión del “ambiente familiar” que le gusta cultivar a un club que desde el fallecimiento de Isidro Silveira vive instalado en el compás de espera permanente, en la transición perpetua (aunque ésta ya verá su final en junio sí o sí) y en las dudas. Los que propiciaron todo esto (dentro y fuera del club) están muy callados últimamente.
El ruído de las críticas feroces hacia Miguel Ángel Tena libró de los focos de atención a los verdaderos responsables del desaguisado que vive el Racing en esta larga, gris y atropellada antesala de su Centenario y de la New Age que viene. Lo mismo que el obtuso “deporte” favorito de algunos racinguistas, esto es, criticar por aire, mar y tierra a un tal Joselu. Séptimo jugador con más goles marcados con la camiseta del Racing en toda la historia y sexto con mejor coeficiente de goles/partido de entre los que disputaron cien o más encuentros a día de hoy. Y todo ello en poco más de tres temporadas.
Ciertamente, nadie estuvo -ni está- exento de cuotas de responsabilidad. Pero cuando se odia o se critica sin filtro solo se destapa irracionalidad e incoherencia. Se equivoca el análisis. Se crean leyendas negras y se enturbian las aguas. Y entonces algunos se van de rositas y otros se quedan con las espinas. Es legítimo mostrar preocupación por la situación del Racing. Incluso enfado. Cuestión de gustos y colores. De preferencias y hasta de tribunas (no siempre para el diálogo). Porque el que paga y siente tiene derecho a eso desde tiempo inmemorial. Pero otra cosa muy distinta es culpabilizar solo a algunos y por sistema. Nada resuelve eso. Las cosas no son tan complicadas, además.

Instante del Racing-Talavera. Foto: Bruno Pernas

Hasta cierto punto no fue malo perder frente al Talavera de la Reina, equipo que yo no sé por qué narices no había ganado antes lejos de “El Prado”. ¿Tan difícil es vencer por esos campos de dios y tan fácil es hacerlo en Ferrol? Ricardo López pudo comprobar, en este rebrote de anti-fútbol y ansiedad generalizada sufrido por los suyos, las carencias que atesora su plantilla y las cosas que aún hay que remachar. El camino de la salvación no se ha interrumpido. No ha desaparecido. Ha sido un frenazo, incluso un pasito atrás. Otro trago amargo que solo es lluvia sobre mojado. Pero la hoja de ruta, contra viento y marea, tiene que continuar. Y va a hacerlo.
Muchos se preguntan qué Racing es ahora el “auténtico”. Cuál es el Racing de Ricardo. El que jugó suelto, cómodo y con ideas claras en el primer tiempo del choque de San Tirso de Mabegondo o el equipo asfixiado, resoplante, descolocado, torpón y apagado del pasado domingo. Pues es el mismo. Podemos pensar que el llamado “efecto Ricardo” es un simple placebo y se dio por la pura inercia, psicológica sobre todo, de contar con entrenador nuevo en la oficina, con discurso nuevo y métodos de trabajo diferentes. Vistos algunos fragmentos de los partidos que llevamos con el técnico de Madrid estaba y está claro que el grupo necesitaba autoridad, guía y trabajo. Y Ricardo intenta llenar vestuario, campo de entrenamiento y banquillo con esos ingredientes. Pero ese efecto va a necesitar dosis mucho más altas para que el plantel olvide de una vez fantasmas pasados y multiplique su entrega en los partidos. De aquí a mayo el Racing solo necesita una cosa. No dos ni tres. Solo una. Ganar partidos. No jugar precioso, que ni sabe hacerlo ni toca eso este año.

Si vemos en qué falla/recae este Racing las conclusiones son evidentes. Por un lado, el tema defensivo. Especialmente, ¡cómo no!, en las acciones a balón parado. Toda falta o córner contra nuestra portería (incluso saque de banda, de acuerdo, señor Floro) es peligro de muerte para nosotros. Hay en esos lances una mezcla de desatención y baja intensidad sorprendentes. El centro de la defensa es una coladera. Por alto y en las marcas. Y no quiero pensar qué sería de nosotros si el excelso Mackay no estuviese bajo los palos -pese a que quizá pudo haber hecho algo más en uno de los goles de los manchegos-. Falta altura, agresividad y vista. Y, por otro lado, como no tenemos laterales suficientemente competitivos, hay que hacer remiendos todo el tiempo y luego pasa lo que pasa: que nos desbordan más de lo deseado, que no tenemos identidad en esas regiones del campo. No poseemos jugadores polivalentes. Eso son mitos de nuestro tiempo. Nano, por ejemplo, no luce nada pegado a la banda (como tampoco Jacobo Trigo como central). Hay dos Nanos, de hecho. El Nano con empaque, horas de vuelo y seguridad en el saque y el corte; y el Nano errabundo que parece que juegue por primera vez a ese deporte de pelota inglés que se juega con los pies. Y, si últimamente estaba siendo de los más regulares, pierde enteros si le toca estar en esa demarcación. Víctor Vázquez, por su parte, tiene la cualidad de siempre. Lo que hace bien lo hace de maravilla. Pero lo que hace mal sale en las páginas de sucesos. Y ahí seguimos.
Otro gran problema: salir dormidos tras los descansos. El Racing es una incógnita en los arranques de los segundos tiempos. Si hizo un primer tiempo decente el segundo puede ser un completo desastre. Se vio en Coruxo, lo vimos el domingo… El cuadro verde es más de primeros tiempos. En las reanudaciones sale muy frío, comiendo empanada de nata. Y luego se le funde. Una opción bizarra para solventar esto puede ser que el tiempo de descanso lo pasen los once jugadores calentando sobre el césped. O que participen en aquel concurso de tiros a puerta que amenizaba que daba gusto los intermedios… Lo que sea con tal de que estos hombres no se evadan del partido. Yo veo cómo calientan ciertos rivales nuestros antes de los encuentros e incluso minutos antes de los segundos tiempos y alucino. Será que otros equipos son de otra pasta (gansa).
Un tercer tema: el físico. Faltaría más.

Hay jugadores a los que la Segunda B les exige demasiado. El ritmo de la “división de bronce” tiene sus mínimos, y no todos los futbolistas lo pueden soportar. Sin entrar en si Fran Beade hace bien, regular o mal su labor; está claro que hay componentes de la plantilla que no tienen potencial físico adecuado y al minuto 35, o al 62, ya están para los leones, con caras quejumbrosas y agujetas hasta en el duodeno. Por muy humildes, muy modestos y muy menesterosos que seamos, por muy de la cola que seamos, por muy agobiados por los malos resultados que estemos; yo veo a equipos con menor entidad que el Racing cuyos futbolistas acaban los encuentros más enteros físicamente que nosotros. Y esto no es solo de esta temporada. O hay una global y redomada vagancia o hay poco riesgo en el trabajo físico. Una de dos.

El Racing requiere otra manera de encarar y desarrollar sus partidos. Las ideas de Ricardo son buenas. Se vislumbró bien en el primer período del Dep. Fabril-Racing. Pero el técnico tiene que ser capaz de consolidarlas en sus pupilos. Y que duren 90 minutos cada fin de semana, a ser posible. El equipo verde necesita ahora ser más simple que el mecanismo de un chupete. Más directo. Actuar con menos adornos que de nada sirven. Más decisión en los “momentos Nescafé”. Solidaridad sí, pero también ambición. Si puedo tirar yo, ¿para qué rizar el rizo de pasársela a un compañero si estamos rodeados de leones y cazadores furtivos en esta sabana? Menos pases a kilómetros del área contraria, por favor. Además, es que casi nunca sabemos pasarla bien ni bonito porque hay demasiadas dudas y mucha prisa. El tiempo corre en nuestra contra y tenemos que domarlo.

Pablo Rey durante el partido ante el Talavera. Foto: Bruno Pernas

Pablo Rey tiene que coger las riendas en el centro del campo. De él, y solamente de él, pueden nacer pases ejecutivos. Su talento en esa materia (aparte del tiro a balón parado) debe complementarse con la lucha de Sota. Y con un Beitia que a ver si se centra de una vez por todas. Como por los extremos no tenemos profundidad, ni desborde alguno (a ver si el sevillano Álvaro Rey arroja alguna luz en esta oscuridad, ya sea como extremo o como media punta); ahora que ya solo queda Joselu como delantero tras la marcha de Mendi, una de las conexiones claves tiene que ser entre el capitán y el de Ribeira. Dénsele balones a Joselu que cuantos más se le den (en condiciones) más opciones tendremos de marcar. Pero pases al espacio y no por alto y de espaldas a portería, que así no saca nada en limpio el de Palmeira.
Hay que tirar a puerta. Y volver a tirar.
Jugar más en campo contrario (es la mejor manera de defender y en Abegondo demostraron que saben hacerlo).
Salir siempre con balón largo desde atrás.
Que nuestra pelota esté en campo rival. Que, especialmente en “A Malata”, nadie nos encierre en nuestra parcela, sino al revés.
Que Mackay no tenga a tantos compañeros pegados a él todo el rato pidiéndole el balón para luego cantinflear delante del área, no darle salida al negocio o incluso perderlo. Esa película ya la vimos y muere el protagonista.
Correr (con criterio) el doble en los partidos. Por los balones, por los espacios, por tu madre y tu hermana y tu novia. Pero indolencia no. Somos un equipo de fútbol, no un grupo de senderistas descansando en un mirador de la ruta. Y si duelen las agujetas, hacérselo mirar con urgencia.
Que a la hora de despejar un balón (¡por favor!) se haga, si hace falta, al patadón, que no penalizan por eso y lo hacen, además, todos los rivales, tanto los de Villarriba como los de Villabajo.
Estar más atentos a los rechaces defensivos de los rivales y también más listos para salir al contragolpe. Que en esos aspectos sacamos mala nota esta temporada.
En fin. Opiniones a vuelapluma.

Anoche, tras consultar mis bases de datos racinguistas indiqué en mi cuenta de Twitter (@Jorge_Deza) que en la temporada 1988/89 el Racing llevaba 4 victorias tan solo después de disputadas 23 jornadas. Es decir, lo mismo que en la presente campaña. Al final ganaron 7 partidos en las 15 jornadas que faltaban y se salvaron. Ojalá que ese trébol de siete hojas que encontró, con sangre, sudor y lágrimas, aquel Racing de Alberto, Pepe Ramos, Javi, Quico Rey, Toño Rivas, Doval, Fran Mella, Gonzalo Mella, Tito y compañía aparezca de nuevo en lo que queda de esta temporada. Siguiendo el ejemplo de aquella campaña, y no repitiendo lo del otro día, tenemos margen para lograrlo.


Jorge Deza para muchacalidad.com #FútbolFerrol




Foto: Bruno Pernas