El Racing podría repetir a las nueve y veinte de la noche del próximo sábado (27/05/2023) una situación que ha vivido ocho veces desde 1933. De ganar al Celta B, o si no gana, obtener un resultado con un signo idéntico al del Alcorcón, los racinguistas igualaran la historia al llegar a la máxima categoría en la que han jugado: la Segunda División.
No todas las veces fueron iguales. De hecho, la primera, tras quedar quinto en el grupo Norte-Oeste de Tercera, se benefició de una ampliación de la categoría, pues no se clasificara ni para la fase de ascenso (Valladolid y Baracaldo), ni para las eliminatorias de clasificación para dicha fase (Logroño).
El equipo descendió y, al no haber Tercera, no jugó competición estatal en la campaña previa a la Guerra Civil. Se reincorporó a la misma con el reinicio de la Liga finalizada la contienda. Fue el segundo ascenso de su historia sin el necesario mérito deportivo. Los siguientes cuatro años de plata, en una España negra, vivieron un paréntesis de otra solitaria campaña en Tercera.
En la temporada 1943/44 lideró el grupo I de la categoría de bronce, secundó al Santander en la fase de ascenso, se ganó el derecho a una segunda oportunidad en la promoción contra un equipo de Segunda y derrotó a partido único al histórico Arenas en el Metropolitano (1-0 Herodes 40’).
Desde entonces, dieciséis campañas seguidas en Segunda, que fue récord de permanencia en la categoría hasta que se le arrebatara el Eibar en la campaña 2004/05.
Uno de los ascensos más celebrados fue el cuarto (1965/66). Tenía su lógica pues fueran seis años lejos de lo que ya se consideraba “su categoría”. Un triunfo en la fase de ascenso ante el Sans, en Las Corts barcelonesas, provocó una caravana y recepción espectacular al equipo. El autobús del club, desde Pontedeume a Ferrol, era vitoreado por una afición que se agolpaba en los márgenes de la carretera. Fueron otros seis años seguidos en la categoría de Plata, rozando el ascenso a Primera en la 1968/69.
Tras la “invención” de la Segunda B, los verdes aprovecharon la primera campaña de la misma para liderar el grupo I. Sorprendieron con un equipo que no estaba hecho para una hazaña, consumada a una jornada del final con un triunfo en Avilés, ante el Ensidesa. La celebración fue en la jornada siguiente, ante la Leonesa, en el Manuel Rivera, donde también se homenajeó al OAR, que acababa de ascender a la Primera B de baloncesto. El Racing hizo una malísima campaña en Segunda y ni el parapsicólogo contratado pudo evitar el descenso.
21 años de espera
Pasaron 21 años entre Tercera y Segunda B, con decepciones como la de la fase de ascenso 1994/95. En el último partido no ganó al Beasain, beneficiándose el Almería C.F. Por fin, el 25 de junio del 2000, el Racing culminó la fase de ascenso con un empate casero ante el Ceuta. El gol de penalti de Pablo, que suponía el 2-2 definitivo, el calor en aquella Malata abarrotada y la fiesta final, con el campo invadido tras el pitido final, están muy presentes en el imaginario del racinguismo.
Era el primer ascenso con Silveira Cameselle como máximo mandatario, que añadió dos más a su dilatado y heterodoxo presidencialismo. El segundo, séptimo en la historia, se produjo en Majadahonda, con una derrota ante el At, Madrid B. Era la temporada 2003/04 y quedará también para la posteridad el agradecimiento a Oliva, el meta del Castellón, pues su parada magistral en los instante finales evitó el triunfo del Sevilla B en Castalia, propiciando la subida del Racing en el Cerro del Espino.

El octavo ascenso fue con el mismo sufrimiento, solo que sin transistores. En la temporada 2006/07, tras eliminar al Linares por penaltis, tocó el enfrentamiento definitivo contra el Alicante. En la ida, Lamatina y Corredoira dejaron la eliminatoria orientada al color verde. Sin embargo, el sufrimiento vivido en el José Rico Pérez, también forma parte de la memoria del racinguismo. Capi recortó la diferencia y, con una hora de partido por delante, Piña entre los palos, y sus otros trece compañeros participantes, vivieron un auténtico asedio que concluyó con la recompensa del ascenso. El equipo descendió al año siguiente tras ganar en la última jornada ante el Castellón en A Malata. Una derrota del Celta ante el Alavés en Balaídos, silbada por toda la afición viguesa que veía tras de ella un amaño en el descanso, ayudó a que el Racing bajase a Segunda B.
Curiosamente, y con un equipo del Celta enfrente, el Racing puede celebrar el noveno ascenso de la historia, segundo que sería sobre la propia hierba de A Malata y acabar con el segundo período más largo en la historia del club fuera de Segunda.