LA CONTRACRÓNICA | A rabo alzado

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Jorge Deza | muchacalidad.com


La derrota del Racing ante el Marino de Luanco puso de manifiesto que nunca hay que fiarse demasiado de casi nada en un mundo lleno de peligros. Los de Larraz mejoraron mucho de un tiempo a esta parte; pero si la puesta en escena de un partido no se ajusta a los mínimos aprendidos cualquier rival puede alzar su rabo y llevarse el premio. Y más en una Segunda B tan complicada para todo quisque. Menos para el At. Baleares, que tiene economato.

El Marino aplicó su grito de guerra (“alza el rabu, Marinín”) en una Malata en semi-penumbras (la banda de Tribuna no está bien iluminada desde tiempo inmemorial y la luz está para eso, para alumbrar el rectángulo de juego). Jugó con 1,5 ó 2 marchas más que un Racing sin trato eficaz del balón que eligió (o se vio forzado a) editar un Greatest Hits de las primeras siete jornadas. Es decir, desnudar otra vez sus carencias de fábrica y volver a un fútbol de construcción con adobe mal puesto, previsible y apurado (que no depurado) en el que actuó casi siempre con más corazón que cabeza. Larraz no encontró explicación al flojito partido dispensado por los suyos. Lo cierto es que el equipo verde botella, pese a marcar primero (y luego fallar una ocasión inmejorable Juan Antonio para el 2-0) no tuvo el feeling. Le faltaron velocidad e intensidad.

En vez de gestionar al Marino con brega optó por lentas elaboraciones y anodinos movimientos que no metían demasiado miedo al contrario. El centro del campo no existió apenas, Álex López va prosperando pero no estuvo acompañado de luz desde el resto de la línea. Arriba, Joselu y Juan Antonio trabajaron pero el Marino los tuvo a raya. El juego colectivo sumó pérdidas de balón y entregas sin valor añadido que no contrarrestaban el sencillo pero robusto menú asturiano, basado en presionar y lo que surja, meter mucho el pie y correr más que los que iban de esmeralda.

En lo defensivo el Racing se complicó él solito y dio sustos en conceptos que pensábamos superados (mal medidas cesiones atrás, arriesgadas entregas cruzadas con rivales en línea de pase, parsimonia para sacarla…). Nada anormal en un equipo con nivel de mitad de la tabla. Pero cosas perfectamente subsanables, como venía demostrando últimamente. Sufrió cada vez que el Marino contragolpeaba, bien con la experiencia de Morán o el intrincado ímpetu del amigo Saha. Diego Rivas salvó algún gol más pero cometió penalty pese a sus protestas. 

El cuadro de Oli no es nada de otro planeta pero le puso todo el condimento que pudo y sacó un buen plato de una defensa local aturrullada. Y con el rabo bien alzado volteó la gélida tarde contra pronóstico. En el declinar del espectáculo el Marino se convirtió en una compañía teatral, con escenas de imaginarios problemas musculares y cuerpos humanos por el suelo rotos de dolor. Dramáticos momentos si no fuesen con guión preestablecido. Todo para robarle tiempo a un Racing sin reloj ni brújula que, pese a todo, casi empata al final y todo.

Solo podemos esperar que haya sido una mala tarde. Un simple partido en el que se jugó con las ideas olvidadas en el vestuario de Primera División. Que la dinámica de las últimas semanas sea retomada es lo que toca para darle continuidad a la recuperación lograda. Porque nuestra lucha, que es por la permanencia y lo que surja, prosigue.