LA CONTRACRÓNICA | Aquí hay que mamar

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Intensidad. Compromiso. Melindres. Con todo eso se reivindicó el sábado un Racing inflado de motivación en la empresa de ganar un partido con ecos históricos, con solera de muchos brillos, con una etnicidad que siempre traspasa lo deportivo. Todo un derby de las Rías Altas sin conservantes ni colorantes. Sin público, pero con las pasiones intactas. Decía yo tras el partido de Abanca-Riazor que era de esperar para febrero que el Racing estuviese vacunado visto lo visto en el tapete herculino. Pues dicho y hecho. Los verdes salieron inyectados y fueron pura sangre sobre el césped. No cabía otra. Lo quería el corazón y lo demandaba la mente.

Muchos en la preciosa ciudad de A Coruña lo han olvidado y otros tantos no comprenden lo que significa para los racinguistas este enfrentamiento, porque su concepto de historia del fútbol es, quizá, tan contemporáneo, sofisticado y sintético que no va más allá de lo que recuerdan a título particular. O porque, acostumbrados a la atalaya, a ver lo que algunos llaman “el otro fútbol” como algo ignoto y menor; les da como grima tener que bajar de ese pedestal hecho con palillos de romero seco (que diría la mística) y vivir, simple y llanamente, los tiempos del fútbol, y hacerle un guiño de reconocimiento a una rivalidad que ha ido paralela, en muchos trazos, al devenir de este deporte en Galicia. Lo cierto es que no hay más que asomarse a esas jaulas de grillos, a esa Santa Inquisición del teclado que son las llamadas “redes sociales”, para comprobar que nada ha cambiado bajo el sol. Para bien o para mal.

La estupenda, merecida e inefable victoria sabatina (17ª oficial del Racing como local frente al Dep. La Coruña en competiciones oficiales) sirvió, igualmente, para seguir vivos en una liga 2020-21 chisporroteante e inopinada, que va a trompicones, da coscorrones, hace brotar epicidades y en la que todos los equipos son iguales ante la ley. En sus prisas y pausas. En sus talentos y carencias. En sus resultados. En ese potaje emocionante, el equipo de Parralo dio el do (y hasta el tré, que diría un castizo) de pecho en A Malata para superar con inteligencia y un ímprobo trabajo colectivo a un rival, el protegido por Abanca, que solo vive ya del nombre, que hace mucho que no sabe a qué juega y que corre un riesgo real de caer en los infiernos que otros (los mortales, los pobres como ratas) ya probamos.

Juan Peñazola fue uno de los destacados del Racing ante el Deportivo | Bruno Penas

De lo del otro día me quedo con muchas cosas. Con Diego Rivas, que está que se sale desde hace semanas y ante el Dep. La Coruña fue pieza decisiva. Con el muro de granito con incrustaciones de diamante que fue todo el trabajo defensivo, donde Quique Fornos fue obrero cualificado en una retaguardia que concedió poco y solventó con derroche de coraje las aproximaciones coruñesas. Con el maravilloso trabajo del centro del campo, donde Álex López, como ya dije en mi cuenta de Twitter, construyó una finca privada. El chico del pañuelo, con espacio vital y la pelota en sus pies hace lo que le da la gana sábados, domingos y festivos. Muy bien Peñaloza, gustándose por momentos, dando aire a sus compañeros y vida a la banda izquierda. Tremendo de nuevo Elsinho. Y bestial ese toro escogido de la manada, ese pundonoroso mahonés llamado Pep Caballé, autor del gol a lo Iniesta que nos hizo saltar de gozo a todos los verdes (que no verdiblancos) y que se lució con sus carreras y bregas como pocos por la penumbrosa banda de Tribuna sur (¿para cuándo se mejorará la iluminación en esa zona y evitar la franja oscurecida, señorías?) en un encuentro de mucho desgaste. Y es que el sábado, en lo futbolístico, Ferrol fue Ferrol. Y en Ferrol hay que mamar.

En lo fundamental el Racing fue mejor que el Dep. La Coruña. El sello de Cristóbal es tinta fresca sobre papel kraft. En la presión de la salida del contrincante, en la segunda jugada, en las disputas, en las posesiones largas, en la intensidad sostenida. Como en Pasarón, pero más y mejor. Y, como los grandes, supo el equipo ferrolano matar de manera magistral el partido en la larguísima recta final.

El cuadro coruñés es alma en pena y no es de ahora. Nueve de cada diez dentistas no saben en qué consiste el fútbol plano de este equipo. Rubén De la Barrera se pasó medio partido pisando el terreno de juego, haciendo de entrenador y de linier. Introdujo cambios que nada aportaron. No modificó nada. Tiene futbolistas de Segunda B, casi ninguno con nivel de Segunda. Fue casi siempre por detrás del tren de un Racing con los vagones cargados de ideas claras dispuesto a presentar batalla en todos los terrenos. Y ser protagonista. Por supuesto, a los nuestros les falta tener más pegada, más llegada. Pero eso es de fábrica. Y esto es Segunda B. En todo caso, las ganas, el creer que aún hay tiempo de colarse en la fiesta de los tres primeros; todo eso estuvo presente en la epidermis del partido del sábado. Fue una tarde con argumentos sólidos. Una victoria de refinería que debe ser gasolina y fuego para lo de mañana ante el mejor equipo visitante en estos momentos, el Celta “B”.


Foto de portada: Caballé fue el autor del tanto de la victoria verde | Bruno Penas