LA CONTRACRÓNICA | La pandemia que nos parió

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El Racing ya no depende de sí mismo para estar entre los tres primeros. Pero sí para mantener la categoría, que es ahora lo más inmediato. Fueron los de Parralo a Coruxo por mandato federativo (no se le ocurre ni al que asó la manteca) con entrenamientos pendientes y la cabeza en confinamiento, centelleándoles todavía las pesadillas del SARS-Cov-2 que les tuvieron encerrados casi dos semanas. Y, además, se planteó mal el choque en un campo comprimido como O Vao, donde son muy duros de pelar los del joven perro viejo ferrolano Míchel Alonso. Como comenté en un grupo de Whatsapp ayer, a O Vao se va a pelear sí o sí, no a tocarla y esperar. Y el Racing, mermado físicamente y moralmente (que diría el otro), aún con bajas covidianas y en shock pandémico, no se sintió ni con fuerzas ni convencido para ir a por un partido que exigía muchísimo. 

La derrota es justa. El Coruxo fue mejor en lo fundamental. Defendiendo, presionando donde, cuando y a quien haría más daño, y acertando ante la puerta de Diego Rivas, que incluso salvó un gol de manera simplemente espectacular. Más fresco, con ideas claras, fiel a su espíritu batallador, fue el Coruxo estándar, el aguardado. El gato en celo que tiene bien marcado el territorio en su campo. 

Los ferrolanos, más caminantes que correcaminos, más plomizos que fuguillas, más resoplantes que enchufados; enviaron dos veces el balón al palo, pero eso casi es normal en un partido de estas características. En un terreno sin espacios, donde el fútbol es intenso (no necesariamente brillante, que ayer no lo fue) y vivaracho, la bola está aquí y allá con más facilidad que en otros recintos. Eso sí, el empuje y la colocación activa de los locales fueron más notables, más visibles, más dañinos para un Racing que recibió la misma medicina que les recetó a Dep. La Coruña y Celta “B” antes de su maldita crisis sanitaria particular. El once de Míchel, siempre más profundo y físicamente más entero, llegaba fácil al área racinguista. Medía bien el tiempo, sacaba más jugo a las posesiones y, si me apuran, casi no pasó agobios más allá de alguna atropellada o mal finalizada acometida ferrolana. El Racing, en cambio, careció de identidad colectiva, no llenó de juego el campo visitante, no molestó lo necesario. Faltó recorrido, dominio. Faltaron reaños. Y en lo individual sigue teniendo futbolistas que, con pandemia o sin ella, están por debajo de la media necesaria para las grandes empresas. El cuadro del expulsado Parralo no pudo nunca con O Vao y sus perfumes. Y no pudo nunca con la raza del Coruxo. Podía suceder y sucedió. 

Pero paremos la cinta. Esta temporada es una farsa. Y voy más allá. En marzo de 2020 debió cancelarse completamente la práctica del fútbol hasta que terminase la pandemia, anulándose la campaña 2019-20 y no celebrándose la actual. Ciertamente, eso sería una catástrofe económica para los clubs, pero también para las (arruinadas) televisiones que viven del fútbol profesional y se lo han incautado hace años. Y para los anunciantes. Alguno añadiría también, entre los damnificados, a los aficionados, más aún en un país en el que la gente tiene como segunda residencia el bar (para algunos es su primera residencia) y como religión el deporte rey. Pero ahora hablamos de lo más candente, la salud. Y de su impacto y sus secuelas. Porque sin salud (mental y física) no hay cuerpo que aguante tanta ocurrencia, tanta suspensión, tanto positivo, tanta cuarentena a todo meter, tanta grada vacía o semillena de forma arbitraria, tanta norma a salto de mata, tanto cambalache de medidas… Resumido en román paladino, tanto mamoneo con tal de preservar este fútbol totalmente deturpado, esta competición 100% adulterada, este espectáculo completamente desvirtuado, en el que se usa a los futbolistas y se abusa de los aficionados. 

Y no digo todo esto porque estemos contrariados por la derrota en Coruxo, en la que el Racing, como queda dicho, acusó en mayor o menor medida los efectos del confinamiento, las bajas subyacentes y, también, no haber acertado en la estrategia para lidiar con un hueso como es el Coruxo en su feudo. Más bien lo comentamos porque es difícil racionalizar el trampantojo de avatares deportivos y extradeportivos de una temporada en la que todo es ficticio. Una sesión, la 2020-21, en la que la RFEF se sacó de la manga una absurda y masiva ampliación de categorías para el futuro que perjudica a casi todos y beneficia a unos pocos, en vez de apostar por otras medidas, de aplicación gradual, para mejorar en lo posible y necesario el sistema de ligas español.

Ahora el Racing puede acabar en el paquete central (del 4º al 6º) y pasar a pelear por la permanencia en la división de bronce en la 2ª Fase. O aún colarse entre los tres primeros siempre y cuando gane al Guijuelo y a los queridos amigos del Unionistas, y, además, el Celta “B” no gane en Coruxo y el Dep. La Coruña, aún venciendo al Zamora, acabe con un coeficiente de goles general peor que el de los verdes (actualmente los blanquiazules tienen “+2” y los verdes “+4”). Pero también podría descender automáticamente el equipo ferrolano a lo que desde 2021-22 se llamará 2ª División RFEF si no sumase ningún punto en los dos partidos que le restan y el ya no tan poderosísimo Pontevedra ganase su encuentro de la última jornada en Guijuelo. En esta ficción ya todo es posible.