LA CONTRACRÓNICA | Diecinueve días y quinientas noches

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Jorge Deza #FutbolFerrol


El Racing de Ferrol es campeón del grupo gallego de Tercera División y en 19 días podría estar en Segunda División B si supera el play-off de campeones ante el rival que le toque en suerte. Diecinueve días para agrandar el calor de A Malata como se atisbó el otro día ante el Racing Villalbés. Para ilusionar a la afición con un retorno al bronce español obligado y necesario y empezar a construir ese Racing que todos queremos sea alcista y brillante en la próxima década. Y quinientas noches para soñar sin pesadillas, para sentir racinguismo libre y plural en la esencia que merece el año del Centenario. En la campaña que puede y debe ser la del Gran Arranque. La del renacimiento de una parte entrañable de Ferrol. De su bandera futbolística, de su gran referencia deportiva en el correr del tiempo. La del orgullo por su Racing, que no es de nadie y sí de todos.

Muchas veces dije que el club verde no nació para hacer glorias deportivas en categorías que, por su dimensión histórica, por el palmarés que se fue forjando a lo largo de un siglo (con altibajos, con penas y alegrías, con lo que pudo haber sido y no fue y también con lo logrado); no le corresponden. Pero la competición fue y es así siempre, y cuando se está abajo hay que levantar la mirada, hacer una buena escala para salir del hoyo y caminar. Hay que sacar al Racing de Cuarta y ponerlo donde su historia, su leyenda y sus mitos exigen. Paso a paso, piedra a piedra, se hará el sendero. Si el Racing es una nave, el timón de Emilio Larraz lo llevará al puerto deseado. Sí o sí. Y un capitán que está hecho un grumete, Pablo Rey, seguirá haciendo historia como la hizo este año.

Este Racing de pasión andaluza, trabajo catalán, talento canario, altura cántabra e ilusión gallega fue montaña rusa sin vértigos. Asumió riesgos. Sembró dudas razonables y alimentó esperanzas y debates. Tropezó pero nunca se cayó. Apretó tuercas con una llave inglesa así de grande. Se apoyó en la savia juvenil. Buscó, reflexionó y exploró. Ganó la practicidad frente a espectacularidad. Se impuso el oficio frente al experimento con gaseosa. Terminó tapando bocas, incluso.

Se fue construyendo el Racing 2018/19 entre julio y abril paliando su cortedad de plantilla y la larga lista de lesiones con la laboriosidad, el temple y las ideas claras de un líder, su entrenador. No podemos cansarnos de decirlo. Sin el zaragozano el Racing tendría mucho más complicado ser campeón. Supo Larraz ser “míster” en las buenas y en las malas, e inculcar a los suyos que solo había un objetivo a orillas del Sardina, a la brisa de la ensenada, aún por conseguir: ascender. Y las chillonas gaviotas y las estériles mareas, que solo enturbian y nada aportan, no pudieron con el trabajo de un trabajador. Ni con el de sus pupilos.

La afición respondió a la fiesta organizada por la peña Morandeira en la explanada de preferencia | #FutbolFerrol

La afición, la que paga, la que va siempre, la que va a veces y la que no va nunca, tiene también su partido que jugar en estos diecinueve días. A Malata es preciosa llena de gente. Se engrandece, se convierte en un señor feudo de fútbol. El otro día Morandeira y Diablos Verdes fueron acreedores a una medalla. Unos por la que montaron en la zona de acceso a Preferencia. Otros por cómo atronaron A Malata con sus cánticos como no se les escuchaba en años. Según me contaron, se les oía por momentos en las inmediaciones de las Sindicales de Serantes. En un país donde, desgraciadamente, la gente primero es del Real Madrid o del Barcelona y después (a veces) del equipo de su ciudad; hay que seguir insistiendo en que si queremos ver al Racing otra vez muy arriba, creciendo día a día, e incluso alcanzar cotas sin precedentes, solo toca empujar, estar, apoyar. No es solo cuestión de dinero. Porque esto es de todos hoy, mañana y siempre. Y está en nuestras manos hacerlo realidad.