LA CONTRACRÓNICA | Se gustan

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Da gusto ver al Racing en esta caída de febrero, muy cerca ya del final de la 1ª Fase liguera. Nadie sabe qué va a pasar, pero por este camino solo pueden suceder cosas agradables. Ante el Celta “B” el equipo verde repitió argumentos para la esperanza, sin acusar, aparentemente, fatiga tras el esfuerzo del sábado ante el declinante Dep. La Coruña. Volvió a ser solvente, serio, intenso y eficaz. Su triunfo ante los vigueses fue un amable golpe en la mesa para confirmar intenciones y colocarse al borde de las carísimas plazas deseadas, meta de la temporada por la que habrá que seguir peleando muy duro en las tres jornadas que faltan, en O Vao ante el Coruxo, ante el descendido Guijuelo en A Malata y en el Reina Sofía frente al Unionistas.

El del miércoles fue el partido de Peñaloza, a quien definí hace semanas como un refresco. El internacional colombiano solo necesitaba confianza para demostrar las muchas ganas que tenía y tiene de darlo todo. Se marcó un primer tiempo superior, peleando cada balón, delante y detrás, ofreciéndose siempre, ayudando todo lo que pudo y volviendo loca a la banda derecha del rival con rabia y luces. Como en la brillante incursión hasta la línea de fondo para regalar el pase de la muerte que se acabó saldando con el primer gol. 

Fue también el partido de David Rodríguez, que mostró su identidad goleadora pescando el rechace del portero al tiro de Joselu en el pase de Peñaloza y cabeceando de forma impecable a la red el centro del “toro” Pep Caballé. Pero, por encima de todo, fue, como el sábado, el partido del Racing. El equipo de Cristóbal Parralo es un bloque bien sintonizado, que hace de la intensidad un sello cada vez más personal. Se multiplica cuando defiende y presiona y suma en la creación. Nadie rehuye las tareas ni las deja para mañana. Cada uno a su ritmo y fábrica (y hay jugadores que necesitan adaptarse a la nueva normalidad, todo sea dicho); pero no hay espacios vacíos en el juego, no hay desidias en las decisiones, no hay dudas. El Racing pelea y presiona mucho y bien, recupera muchas pelotas, explota a plenitud las bandas, alarga sus posesiones, cubre mejor los espacios y domina más el campo.

Que el Celta “B” apenas crease peligro ante la meta de Diego Rivas, o que tirase a puerta por primera vez con el partido muy avanzado (con buenísima la liga que está haciendo el cuadro de Onésimo, y no digamos fuera de casa), es una muestra clara del trabajo verde. Un trabajo que exige continuidad en un campeonato exigente, concibiendo cada partido restante como una final.

Por cierto, ya que el otro día comenté lo de la franja de penumbra en el lado sur de la banda de Tribuna por mala iluminación desde tiempo inmemorial; me gustaría aprovechar para comentar hoy una cosa habitual en A Malata desde hace mucho tiempo y que se dio, una vez más, el miércoles. Los recogepelotas no tienen que estar detrás de las porterías mirando los partidos. Se supone que solo están para dar balones con celeridad cuando la pelota del partido sale fuera del rectángulo de juego. Debería de haber (solo) un chaval detrás de cada portería y otro en cada una de las esquinas del campo para dar balones cuando el del partido cae en las gradas de Tribuna o Preferencia (máxime no habiendo público que los pueda devolver al césped). Esa colocación, que es a todas luces la lógica, solo se la vi implementar en A Malata a un árbitro hace tres temporadas. Distribuyó a seis recogepelotas así: uno detrás de cada portería para cubrir la dotación de balones desde detrás de cada una de las líneas de fondo y uno en cada banda (la línea de Tribuna Norte y la de Tribuna Sur, y la línea de Preferencia Norte y la de Preferencia Sur), situados cerca de los banderines, para asegurar la dotación cada vez que la pelota del partido caiga en Tribuna y Preferencia. Cuando esto último ocurre el recogepelotas más cercano no tiene más que darle rápidamente un balón al jugador que va a sacar de banda y así no hay que estar a expensas de que alguien se levante a buscar la pelota que quedó apalancada, por ejemplo, en la fila 7. Si los chavales se sitúan por parejas detrás de las porterías y no dan balones cuando la pelota cae en una Preferencia y una Tribuna vacías su función no sirve desde el momento en que el árbitro o los jugadores se ven obligados a pedir un balón en la banda. Corríjase este pequeño detalle, que hablamos de A Malata y no de Batallones.