OPINIÓN | Quién duda no es racinguista…quien protesta es el enemigo

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Se puede decir que al pueblo ferrolano no se le cae la autoestima de los bolsillos. Más aún, que vamos justitos.

Hay una sensación de “vivo aquí porque no me queda otra”. De preferir vivir en Madrid, Barcelona o Londres con el agua al cuello porque esto no es suficiente.

Se ha instaurado, de modo gradual pero machacón, un concepto que ha calado inexorable entre el Racinguismo:  No tenéis derecho a estar en desacuerdo y mucho menos a manifestarlo.

Y esto no ha sido posible sin la inestimable colaboración del entorno cercano y de los medios propios del club. Quien duda no es racinguista. Quien protesta es el enemigo.

Aquel que osa poner en duda a los salvadores que nos sacaron del pozo en el que nos metieron – miento, nos sacaron Pablo Rey y Joselu. Es, sin duda, digno de ser señalado y por qué no, vilipendiado.

Si el entorno de un jugador que lleva aquí dos meses paseando insulta, chilla y agrede a cuatro ferrolanos inofensivos. ¿A quién acorralamos? A los ferrolanos, faltaría más. Ante cualquier duda, el ferrolano es el malo.

Es como si existiera una necesidad gutural de diferenciarse de la mugre, del populacho. Porque claro, siendo ferrolano lo más probable es que sean gentuza, y yo, desde mi atalaya de superioridad moral, me elevo. No sea que me confundan.

Abrimos la temporada con un artículo del señor Pumar. Aquel que dio sus mejores años de fútbol en el Murcia o Lleida y retornó tras una larga lesión en el San Fernando, se permitió indicar lo que era y no válido al sufrido aficionado ferrolano.

Cito, textualmente, “que se atrevieron a decir qué malo eres”, ¡cárcel para ese aficionado! Donde va a parar. Pero no quedó ahí, el club lo publicó y promocionó. Periodistas lo auparon y la masa aplaudió, todos dóciles y asustados.

¿Alguna vez habíais visto un club retuitear y poner en redes sociales un vídeo de un jugador mandando callar a su afición? Aquí sí, se llama Eneko y es el mejor fichaje del año, pero a mi gente la respeta usted, caballero.

A base de enseñar a la gente que no tienen absolutamente ningún derecho ni atribución, ni siquiera al pataleo, hemos conseguido lo que tenemos: una masa adormecida, que en lugar de ir al campo a manifestar su descontento se va a su casa o directamente ni comparece.

He leído hasta el aburrimiento que esto es u club privado – ojo, privado, “ma non troppo” porque las subvenciones y las instalaciones las pagamos todos. Los abonos también y me encantaría saber cuantos patrocinadores habría si el campo estuviese vacío.

Desde el club y su entorno, e incluyo periodistas y célebres tuiteros, muchas veces más preocupados por un saludo por la calle que por el club en si mismo, se nos ha exigido silencio, aplauso y no preguntar mucho.

Se nos ha contado que si dudamos somos malos aficionados. Y últimamente hasta se insinúa que si las cosas no han ido bien no es por una nefasta planificación, si no por animar poco o mal.

Hoy había ovetenses que preguntaban por qué no pitábamos, por qué a la gente le daba igual este desastre. Y llevan razón; la sensación era de tedio, de impotencia. De afición a la que han despojado de voz y voto. De orgullo o de ganas de luchar por lo suyo. No sea que alguien les mire mal.

A base de imponerles el síndrome del impostor hemos conseguido que nos hundamos entre la indolencia y el aburrimiento. Si no soy de Cádiz o Zaragoza, ¿tengo derecho a protestar?

De ruedas de prensa con cuidado para que el míster no frunza el ceño. Artículos poniendo presión en la gente. Y la gente, como siempre, dando la cara ante la adversidad.

Han pasado más de cinco años, no se ha cumplido ninguna de las promesas estructurales, pero, como no, la culpa es de la ciudad, del Concello, del alcalde, de la afición, de los comepipas, de los subecarros y no voy más atrás porque sino acabamos con el del caballo de Plaza de España.

Y yo lo tengo claro, los míos sois vosotros, hasta los que piensan diametralmente opuesto a mi, mi gente, mi pueblo.

Sea como sea; y me da inmensa pena aceptarlo: Ferrolano come Ferrolano.