LA CONTRACRÓNICA | El tocino y la velocidad

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Por Jorge Deza


En la segunda de las seis finales por la permanencia en la división de bronce de esta esponjiforme liga 2020-21, el Racing fue camino Soria sin miedo a la leyenda del Monte de las Ánimas. Pero resultó plato sabroso y crujiente para su rival en la sesión vermú de Los Pajaritos, ex campo de Primera en el que no actuaban los verdes desde que jugaban en Segunda a principios del presente siglo. Plato crujiente fueron como los famosos torreznos sorianos que, según me cuentan, se hacen con tocino. Pero en fútbol el tocino y demás elementos porcinos no ganan partidos. Es, entre otros, la velocidad el condimento de las victorias. Y no siempre. 

El Numancia, vitaminado con su buena racha de resultados y mineralizado con sus ganas genuinas de estar entre los dos primeros de esta liada competición; estuvo más enchufado, acertado y poderoso. Ganó por sus vigilancias, por su mayor intensidad y por su efectividad. El Racing, empero, confundió el mencionado tocino con la aludida velocidad y no se comió ni un rosco en la ciudad loada por Bécquer, Machado y Gabinete Caligari. El maleficio continúa, de hecho, pues los ferrolanos continúan sin ganar en Soria al margen de los dos puntos que se llevaron en la liga 1950-51 por alineación indebida en el Numancia, que había ganado por 3 a 0.

El planteamiento de Parralo fue el lógico. David Rodríguez como referencia inexcusable en el ataque (está en racha, marca goles de cabeza, etc.); dos extremos con profundidad, estilosa y jovial en el colombiano Peñaloza, empecinada y laboriosa en el balear Caballé; y un centro del campo en el que Álex López gestiona –si le dejan– el balón, lo distribuye –si le acompañan– y le da cierto concierto al juego. En ese esquema básico acomodado al Racing de hoy y de ahora, Joselu, el crack de Palmeira que lleva la tira de tiempo sin marcar, se ha ido quedando sin espacio vital porque sus opciones de crear peligro quedan casi reducidas a sus escoradas a la izquierda para buscar el pico del área grande y enviar lanzamientos cruzados a la red o sus proximidades. Es decir, a acciones individuales. Como las que se encontró el Numancia con encomiable aprovechamiento de las pifias y empanadas defensivas de un Racing destemplado que estuvo para los leones atrás. Ese tipo de desatinos se pagan a precio de oro a estas alturas en los parqués. 

Rescatar al Racing delicioso y enérgico contra Dep. La Coruña o Celta B es casi imposible. Nunca sabremos qué hubiese pasado sin la invasión de coronavirus acontecida en marzo en la plantilla. Los verdes no quedaron fuera de los tres primeros exclusivamente por ese factor extradeportivo. Pero lo cierto es que desde el confinamiento nada ha vuelto a ser como antes. Era de esperar en gran medida. Así las cosas, es ahora cuando el equipo de la Detroit española tiene que encontrar todas las dosis de motivación que pueda para salvarse. Ya sean de Pfizer, de AstraZeneca o del doctor Rosado. No queda otra. Se juega el no descender de categoría y no es coña. En cada partido tiene que darse el 101%. Sino, al hoyo.

La derrota de Soria, justa, razonable por la entidad y la puesta en escena del rival, tiene que servir de lección. Quizá es la última de la temporada. Repetir lo del domingo en alguno de los cuatro partidos que quedan sería mortal de necesidad. Toca ponerse las pilas para ganar al Marino luanqués. Pero, a ser posible, corriendo y no andando. Dando pasos adelante y no solo pases. Mordiendo y no olisqueando. Yendo a por la victoria desde antes del pitido inicial, y no cuando se oyen las sirenas o el pantalón empieza a irritar el culo.