VERDE QUE TE QUIERO VERDE | Juntos somos más fuertes

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Vaya por delante que no soy portavoz de nadie, y que pongo muy en duda cualquier cosa que pueda decir. Pero asisto con tristeza a lo que creo que debe quedar en anécdota.

Soy racinguista desde antes de nacer y lo seré hasta el día que me muera. El regalo de Reyes que recuerdo con mayor amor fueron las botas Umbro de Tarrío con el logo verde. Me ponía los cuellos hacia arriba, por Tarrío, ¿Cantona? en mis tiempos mozos, y el suyo fue uno de los primeros fallecimientos que lloré.

Aún hoy, cuando veo a Manu Miranda me pongo nervioso siento que me estoy cruzando con el mismísimo Maradona. Y para mi Pablo Rey está muy por encima de Messi o Cristiano. Pero debo admitir que a veces me dejo llevar por la frustración.

Me cruzo a veces jugadores y me preocupa que les guste Ferrol, que estén contentos. Si fuera necesario les haría de taxista o les llevaría una caja de leche a las dos de la mañana. Lo digo de corazón. El otro día vi un chico con la camiseta de Burle, el central francés de la chilena, quise abrazarle, ¡vaya reliquia! ¿Soy el único? No creo.

¿Alguien más no consigue ver los partidos por la tele sentado? recuerdo un inicio de temporada en San Sebastián de los Reyes donde me temblaban las piernas de los nervios o salir de Vigo sin recordar apenas el partido. El día del ascenso me tuve que ir a casa, me dolía el cuerpo. Y no, no bebí una gota.

Mascando trocitos de cristal en Jaén o volviendo a casa desde Burgos a las doce de la noche de un domingo a dos grados bajo cero, ni por asomo se cruzó en mi cabeza desistir o dejarlo. Al revés, ¿Cuántos pasamos horas dándole a actualizar a ver si hay noticias?

Dicen que cuando amas algo de modo desmedido, el grado de pasión puede conducir a momentos de irracionalidad. Y yo me acuso abiertamente.

He gritado “qué malo eres”, del mismo modo que le he dicho a mi hijo que es un coñazo. Y no lo oculto, me arrepiento, lo siento y me gustaría no haberlo hecho. Y, es más, trabajo cada día por mejorar y no hacerlo, y lo voy a conseguir.

Pero necesito que sepan que no es por mal, os queremos mucho, pero desde nuestra posición, donde no controlamos nada, podemos tener momento de flaqueza, de debilidad. Pero que no quepa duda, no hay rencor, y el “enfado” dura unos segundos.

Cuando cualquier racinguista acude a su sala de trofeos particular en casa y toma en sus manos el mas preciado de todos, esa camiseta que le recuerda a algo, esa bufanda que le regaló alguien y enfila la cuesta abajo al teatro de los sueños, lo hace, lo sé, con ánimo de reventarse las manos a aplaudir y animar. De morir de amor.

Siempre he creído que la diferencia entre futbolista y cantante es que el cantante tiene que hacerlo mal a propósito para no salir ovacionado. El futbolista, aún poniendo todo de su parte, corre el riesgo de salir trastabillado. Eso sí, puede el músico hacer el mejor concierto de su vida, que nunca vivirá la emoción de un ascenso o una gran victoria.

Sin duda, es éste un deporte de altos y bajos, de emociones fuertes.

Considero la racinguista una afición catalogable, en justicia, de guante blanco. He visto salir ovacionados en pie a jugadores por tirar a puerta un par de veces o incluso, habiendo realizado un discreto partido, haberlo intentado. Desplazamientos masivos aparte, nunca he visto una pañolada o pitada al equipo. En treinta años, jamás.

Lo cierto es que el año que viene, pase lo que pase, seguiremos juntos. Y creo que debemos recoger el guante lanzado desde el club, y animar los noventa minutos sin miramientos, pues no hay mayor castigo que un marcador en contra, y en ello nos va la vida a todos. Que sepan que pase lo que pase, vamos a estar aquí.

Igual de cierto es que comentarios negativos no aportan nada bueno, que generalmente el público se manifiesta en base a lo que ve, todos, y me atrevo a generalizar, van al campo con el mejor de sus ánimos e intenciones, no hay sensación mas bonita que despedir a un jugador de pie y que te devuelva los aplausos.

Hagamos un esfuerzo de entendernos, el aficionado frustrado al jugador que, independientemente de sus capacidades, es el primer interesado en que todo vaya bien. Y el empleado del club al aficionado que, en un momento de frustración o miedo, se deje llevar por la negatividad, siempre dentro de los márgenes del respeto y la buena educación.

Todos queremos lo mismo. Todos sumamos y juntos somos mas fuertes. Vayamos a donde vayamos, vamos todos a una. Y sí, ahora es el momento de animar, de gritar, de aplaudir, y en definitiva. De sumar.

¡Vamos Racing! ¡Vamos Ferrol!