Racing de Ferrolterra

JOSE TORRES
4 Min de lectura

Y por fin, sucedió. Muchos habíamos puesto últimamente el acento en la, a nuestro juicio, escasa comunicación directa entre la directiva y la afición.

Columnas de opinión, programas de radio, voces autorizadas del periodismo, ex empleados del club y, cómo no, las redes sociales parecían coincidir en la añoranza de un mensaje más cercano y clarificador.

En los tiempos actuales, si bien vivimos en un país con mucha más población mayor de 65 años que menor de 14, parece que se empieza a mirar —y yo lo celebro— más al mensajero que al mensaje.

Son tiempos de marca personal y huella digital. No nos engañemos: antes no se daba más relevancia a un neurocientífico que a un influencer. Lo que sucede es que el influencer ha dejado de ser el político o el divulgador promovido por el establishment y ha pasado a ser un individuo libre que dice lo que le da la gana, con mayor o menor profundidad.

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Vamos, que el político profesional va perdiendo terreno a favor de hombres y mujeres hechos a sí mismos, que tienen algo real que contar y no solo mensajes vacíos mientras viven mejor que tú. Los jóvenes admiran al emprendedor, al valiente, al que monta un negocio, un canal con visitas o, simplemente, alcanza relevancia con su trabajo. Al mismo tiempo, empiezan a hartarse de que les conduzcan el pensamiento, especialmente cuando ganan menos de lo que cuesta alquilar un piso.

¿Quién no ha pensado que un político, intentando dar un mensaje, consigue básicamente hacerle campaña a su oponente? A veces es tan evidente que parece emanar de un acuerdo tácito.

Hay algo en lo que no podemos dudar: existe unanimidad en torno al Grupo Élite. Ayer, en medio de una crisis sin precedentes, sin apenas esperanzas y con anuncios que no generaban excesiva ilusión, la afición se manifestó, y vaya si lo hizo.

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Queríamos escucharles, nos escucharon y nos hablaron. Y nos convencieron.

Ayer, el Grupo Élite acuñó un eslogan que, en mi opinión, debe ser la base sobre la que pivote el crecimiento de este club centenario: el Racing de Ferrolterra. Un importante periodista ferrolano nos recordó, con acierto, que Ferrol lo construyó «xente de fora». 

Ni Felipe V, ni don Francisco Montaigú, ni don Francisco Solinís. Ni don Isidro Silveira, ni don Dionisio Sánchez Aguilera. Y, perdónenme la licencia, ni don Celedonio, mi abuelo, eran ferrolanos.

Eran inmigrantes que dejaron huella. Ferrol es tierra de ingenieros, de militares, de obreros, de grandes profesionales. ¿Qué habría sido de nosotros si cierto consistorio no hubiera hecho todo lo posible por enviar el centro logístico de Inditex a Zaragoza?

Sigo pensando que un enlace racinguista —un Manu Miranda, un Manel, un Pablo Rey— haría mucho bien al club. Pero hoy es un día para agradecer al Grupo Élite por habernos elegido y decirles, aunque las cosas se tuerzan y estemos preocupados o enfadados: no nos dejéis caer.

Os lo sabremos agradecer. Aquí nadie olvida que no abandonasteis en tercera y nos llevasteis hasta aquí.

De ferrolanos a ferrolanos.

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