Es sano vivir el presente y no mirar demasiado atrás.
Y esta vez, sí, se estuvo a la altura de las circunstancias. Era el día ocho del mes, y se despidió, con honores, al número ocho.
Nunca es tarde si la dicha es buena y, en un giro de guion, aquel por el que se preguntaba cuántos partidos jugaba en el «Vicenza» asumió el dorsal, el brazalete y nuestro aplauso. Aplauso que, en un año en el que creo que todos, más o menos, hemos asumido volver a casa con las manos frías, reconforta, aunque sea un rato.
Quién sabe, quizá esta sea la nueva normalidad y, cuando Héber vuelva a salir, lo hará como corresponde. Seguro que sí. Pero, inmersos ya casi en el día diez del calendario, y tras hablar ayer con gente en el estadio, fuimos muchos los que sentimos una mezcla de orgullo, profunda rabia y enfado.
La frase «¿Tan difícil era?» se repetía al unísono, y al alimón, que diría García, de este a oeste y de norte a sur del estadio de la megafonía indescifrable.
Repito: día 10.
Muchos nunca vamos a recuperarnos de haber visto salir a Pablo Rey no ya por la puerta de atrás, sino abandonado en una gasolinera mientras iba al baño.
390 partidos – 109 goles de Pablo Rey y 354 – 125 goles de Joselu . Se dice pronto.
En la emotiva rueda de prensa de despedida de Álex –honesta, cercana, como es él–, D. Carlos Mouriz dijo textualmente: «Cuando llegamos en Tercera…». Matizo: en invierno para hacer ese mercado y en 2ºB. Pequeño detalle.
Aquella plantilla, reforzada en invierno con un buen Álvaro Rey y otros cuatro, contaba con dos de los mejores jugadores de la categoría: Joselu y Pablo Rey.
Ambos podrían haberse ido antes, durante y después. A Joselu le tentó el Cornellà –en palabras de Pep Caballé, «le ofrecían más del doble»–, el Nàstic –el triple– y hasta se habló del Almería.
A Pablo Rey lo tentó continuamente media Galicia, y con insistencia un Oviedo en reconstrucción que, seguro, le habría doblado el sueldo – o más.
Pero ambos, por su racinguismo, continuaron. Y no solo eso: metieron entre los dos casi cincuenta goles. Por lo que, memoria por favor, de Tercera nos sacó Pablo ganando veinte partidos a base de clase y Joselu siendo Maradona en Jaén.
No contento con ello, en la temporada 2018/2019, Pablo Rey fue máximo goleador de 2ºB con 26 goles. Y así hasta alcanzar los 109. ¿Alguien se pregunta qué habría sido del Racing sin Pablo Rey cuando bajamos a Tercera?
Jamás he visto a nadie tirar una falta como él, poner un córner o disparar desde la frontal. Pablo es ferrolano, del Racing. Y, además, era, con diferencia, el mejor.
Capitán, buena persona, humilde, ganador. Un referente.
D. Pablo Rey salió del Racing de Ferrol, el club de su vida, con un tuit donde se le daba las gracias a Armental, Villarejo, José Antonio y a él mismo.

Una infamia. ¿Somos el único club que no celebró su centenario? Me da igual, son paripés. Pero Pabliño no se merecía eso. Y hay que decirlo las veces que sea preciso hasta que se subsane.
Porque estamos a tiempo.
Esto no va de buscar culpables, de remover el pasado o de establecer paralelismos. Va de corregir algo que, simplemente, no salió bien.
Cuando me cruzo a Pablo Rey por la calle, procuro –y sé que no soy el único– hacerle saber lo agradecidos que estamos. Porque él nos eligió, nos protegió y nos hizo disfrutar en tiempos muy duros.
Es muy triste que ni él ni Joselu pudieran disfrutar del Racing en Segunda, pero más triste es pensar en qué debió sentir Pablo cuando leyó aquel tuit.
Desde aquí, en voz de muchos, hago un llamamiento a que, en el momento en que sea posible, se repare la memoria del que, para mí, es el mejor jugador que jamás haya vestido la camiseta del Racing de Ferrol.
Porque nunca es tarde, porque seguro que fue sin mala intención, y porque lo importante es el presente.
Es ferrolano, Pablo Rey es ferrolano. ¡Es ferrolano!