OPINIÓN | Alejandro Menéndez y los mundos de Yupi

Manel Díaz
5 Min de lectura
Alejandro Menéndez durante el partido del Racing ante el Deportivo

El Racing Club de Ferrol vive sus horas más complicadas y, pese a todo, Alejandro Menéndez sigue viendo brotes verdes. Desde que asumió el banquillo hace diez jornadas, en sustitución de Cristóbal Parralo, el equipo no ha reaccionado. Al contrario: ha empeorado. Entonces estaba a ocho puntos de la salvación; ahora, a catorce.

En este tramo, el balance es demoledor: una victoria, un empate y ocho derrotas. Apenas cinco goles marcados. Y aún así, tras caer en el derbi gallego contra el Deportivo en A Malata, Menéndez aseguró que “el equipo fue superior” y que se marchaba “contento” por el esfuerzo de sus jugadores. La grada, mientras tanto, se iba en silencio, frustrada, incapaz de entender el optimismo de su entrenador.

El Racing se apaga, la afición pierde la paciencia y el discurso de Menéndez ya no convence a nadie.

El último partido fue un resumen perfecto de lo que está siendo esta etapa: un equipo voluntarioso, sin pegada, incapaz de traducir su esfuerzo en resultados. Y el técnico, una vez más, aferrado a las mismas frases: que hubo avances, que se mejoró en la posesión, que se centró bien por banda… y que solo faltó el gol. Lo repite jornada tras jornada, como si eso bastara para ocultar lo evidente: el Racing no gana, no marca y se hunde.

Lo más preocupante no es solo el mensaje en sí, sino que parezca desconectado de la realidad. Se puede entender que Menéndez defienda su trabajo. Tiene experiencia, un recorrido respetable en los banquillos, y argumentos para querer justificar su propuesta. Pero repetir que todo va bien salvo el resultado, cuando los números pintan un desastre, empieza a sonar vacío. En el fútbol, sin resultados, lo demás vale poco.

De Parralo a Menéndez: cambio de técnico, mismo drama… o incluso peor.

El relevo en el banquillo llegó con la promesa de un giro, de una reacción. Pero el efecto ha sido el opuesto. Con Parralo, el equipo comenzó siendo sólido en defensa y se mantuvo en una pelea por la permanencia que distaba a cinco puntos cuando un 6-0 en Santander terminó con la paciencia de Carlos Mouriz y el Grupo Élite hacia el preparador cordobés . Menéndez fue el elegido pero, ni resultados ni señales de mejora. El Racing es más vulnerable, menos intenso y más previsible.

El técnico insiste en que el equipo compite “incluso sin balón” y que solo le falta acertar de cara a portería. Pero los datos son tozudos: en diez partidos, una victoria y un punto más en los otros nueve. Un ritmo que lleva al equipo directo a Primera RFEF.

Los números no engañan. Desde su llegada, el Racing ha encajado 18 goles y solo ha marcado 5. En los últimos nueve encuentros, ha perdido ocho y se ha quedado sin anotar en los últimos cinco enfrentamientos. Lo del gol ya no es mala suerte: es un problema estructural. Y aunque el técnico lo sabe, sigue hablando de ajustes, posesión y entrega.

Pero ya no basta con esforzarse. Hace falta acertar. Y sobre todo, puntuar. El discurso de Menéndez empieza a sonar ajeno, como si no asumiera que el equipo está en caída libre. El trabajo silencioso no vale si los resultados también lo son.

Y la afición, claro, ya no traga.

A Malata no compra el discurso. El equipo es penúltimo, cada vez más lejos de la permanencia, y lo que se respira es resignación. Que Menéndez hablara de “afinidad” entre equipo y grada tras el derbi, cuando el estadio entero salía con la decepción en la cara, no hizo más que ampliar la distancia entre el técnico y la realidad. Su mensaje ya no cala. Y cuando eso pasa, es cuestión de tiempo que el vestuario tampoco lo haga.

Quedan nueve partidos. Menéndez esta a tiempo de obrar el milagro y sumar las nueve victorias por las que clamó a su llegada. La Virgen de Chamorro es milagrosa, muchos racinguistas la veneran cada Lunes de Pascua. No más discursos optimistas que solo existen en la cabeza de su entrenador. Porque mientras Menéndez sigue satisfecho con su “partido completísimo”, el equipo está hundido y con nueve jornadas por delante de aunténtica pasión hacia el monte Calvario de la Primera Federación. Los mundos de Yupi.

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