OPINIÓN | Los racinguistas son pacientes, pero no tontos (una reflexión en tres actos) ACTO I

Carlos Castro
11 Min de lectura

ACTO I

EL CONTEXTO, LOS PROTAGONISTAS Y SUS VÍNCULOS

La coherencia y el sentido común son componentes absolutamente necesarios para la vida. Precisamente, son características valoradas por lo complicado que es ser fiel a unos principios y saber hacer una hábil lectura de la realidad en todo momento y lugar.
Una de las cosas por las que el fútbol es maravilloso es porque, a pesar de las diferencias existentes entre los equipos de la misma, o diferente categoría, a veces salvajes, permite que la inteligencia de los débiles, cuando existe, sea capaz de superar la idiotez de los fuertes, cuando existe.
El fútbol profesional es una llamada a la fama y al dinero. Personajes que han presidido clubs son más conocidos al haber asomado la cabeza por el escaparate de este deporte que por sus profesiones. Dicen que a través del fútbol se abren más puertas a los negocios que por otros procedimientos y palcos de estadios hay, que si hablaran nos asombrarían.

¿A qué lógica atienden las decisiones?

Me pregunto con frecuencia qué hay detrás de determinadas decisiones que se toman en el fútbol cuando vemos que rompen con la coherencia de quién la toma, o cuando una secuencia de varias decisiones ametralla el sentido común.
En algún caso, la perplejidad hace que me pregunte quién está realmente detrás de todo ello, pues creo que las decisiones aparentemente incomprensibles, alejadas de la lógica, nacen de una interpretación de la realidad que no pertenece a la lógica del fútbol y sí a otra que se escapa a la mayoría, pero no a los implicados. ¿Está pasando en el Racing?

Salir de la decadencia

En noviembre de 2017, la llegada del Grupo Élite significó, a priori, lo más importante que ha sucedido en el Racing desde 1972. Fueron los que primero pasaron por aquí para que el emblema verde entrara en el siglo XXI con más de década y media de retraso. La vida del club lo demandaba.
El descenso a Tercera fue la última imagen decadente de una entidad que pertenece, por naturaleza, a la Segunda División. Escucho ese mantra desde que nací, pese a que ello no concuerda con la historia objetiva.
Decadente es vivir de las glorias del pasado cuando la realidad es el cuartucho compartido de la cuarta división, mientras una metopa casi centenaria del Español se pudre entre los escombros. Decadente también es que se difumine como un fantasma el subcampeonato de Copa de 1939, que la caspa caiga sobre el Teresa Herrera de 1968, que el olor a viejo llene el local de la calle Real, que 25 extraterrestres ajenos al fútbol quieran alargar la impronta de un presidente triste otros veinte años, que el club viva en tercera y cuarta división más de la mitad de ellos, que un montón de documentación histórica se volcara en un contenedor de la basura y que las imágenes que construyeron la historia brinquen, de peldaño en peldaño, en paneles de feria mal narrados, como si no tuviesen derecho a un espacio más digno para su admiración, reflexión y recuerdo.

Mouriz: la coherencia y el sentido común

Siempre he dicho, y lo mantengo, que uno de los personajes más importantes del fútbol gallego del primer cuarto del actual siglo es Carlos Mouriz. Más allá de lo que uno crea que deba ser el modelo de trabajo en una dirección deportiva, el del ex central del Racing contiene muchos más aciertos que errores. Mouriz ha sido el mejor fichaje de Ignacio Rivera. Si saber ayunar, saber pensar, saber esperar son los tres principios que resaltaba Hesse de Siddhartha, permítaseme la licencia poética.
Mouriz ha demostrado saber ayunar, como tras la indigestión provocada por la frivolidad de Ricardo y el paso por cuarta división, o el año con Ballesta en Lugo; ha demostrado saber pensar, construyendo grupos que han llevado y mantenido a Lugo y Racing desde cuarta a segunda división; y también saber esperar, como en las crisis de los casos Setién y Larraz, y digo bien, Emilio Larraz.

El nuevo inversor

El Consejo de Administración del Racing sufrió una modificación en octubre de 2020. Constantino Fernández Pico, socio en diversos negocios con Rivera, se incorporó a Élite para ocupar la vocalía que dejaba Borja Silveira.
El empresario había sido presidente del Deportivo (2014/19), del que salió por la puerta de atrás, sin poder disfrutar mucho tras el ascenso a Primera. La muerte de un miembro de los Riazor Blues en una pelea de ultras lo puso contra la pared ante la afición. Fernández gestionó el contexto de una manera desacertada y las gradas de Riazor corearon su diminutivo con fruición. El “¡Tino vete ya!”, lo convirtió en uno de los presidentes peor recordados en la historia blanquiazul.
Si en lo social no estuvo brillante por un hecho que lo marcó a lo largo de su mandato, y aún se recuerda hoy, tampoco tuvo suerte en su relación con los cercanos. En 2017, un importante directivo, Fernando Vidal, no quiso seguir en su proyecto. El hecho fue significativo hasta en las declaraciones. El 4 de octubre, en Marca, Fernández decía sobre Vidal: “Nos gustaría que siguiese, pero respetamos su decisión. Es un amigo”. Probablemente no lo fuese, como puede interpretarse del titular que Vidal dio a El Desmaque casi dos años más tarde: “El Deportivo ha sacado lo peor de Tino Fernández”.
Recalcitrante en la toma de decisiones deportivas, no tardó en asumir esa responsabilidad en el Consejo del Racing. Dentro de un orden jerárquico, se ubica entre Ignacio Rivera y Carlos Mouriz.

Un deportivista de mal recuerdo en el Deportivo

Quien toma decisiones está sujeto a la comisión de errores, aunque una de las mejores maneras de evitarlos es el conocimiento del medio.
Tino Fernández fue valorado por detener parcialmente la hemorragia económica deportivista, sobre todo con Hacienda. Un ferrolano como Juncal, entonces en el Senado, tuvo parte en la construcción de un salvavidas legal.
En ámbitos deportivos (zapatero a tus zapatos) no se caracterizó por acertar demasiado en la toma de decisiones. El coruñés fue capaz de poner al frente de Abegondo a Albert Gil. Le otorgó demasiadas potestades para obtener escasos resultados. Fran González lo puso en evidencia en su primer año en la Cidade Deportiva, pero Fernández ya no estaba en Plaza de Pontevedra.
Fernández Pico empezó a cavar su tumba en la pretemporada 2017/18. En medio de un debate abierto y áspero, se quedó con la perra chica manteniendo a Pepe Mel en el banco. Vidal marchó y algo pasaría por el cuerpo del ex-directivo cuando el Dépor cayó en casa, ante el Girona, poco después. Seguro que no por el desagradable 1-2, aunque tal vez al ver como Fernández ponía a Mel en la calle y su propuesta inicial, mal valorada, se abrazaba con la realidad. Había llegado el momento de Cristóbal Parralo Aguilera y el comienzo de su vínculo con Constantino Fernández Pico.

Tino Fernández – Cristóbal Parralo: una armonía de tercera categoría

El cordobés había llegado de la Damm la temporada anterior para trabajar en el Deportivo B. Albert Gil tomara la decisión. En Abegondo coincidió con Manjarín, a quien lo acomodaron como su segundo. Cristóbal Parralo cumplió objetivos y ascendió a Segunda B. Su segunda entrada en el fútbol profesional se produjo saliendo de un Fabril al que dejaba como líder del grupo I de Segunda B.
Tomó al Deportivo un puesto por encima del descenso y lo dejó a principios de febrero, cuando Tino Fernández no pudo sostenerlo con el 5-0 en Anoeta. El equipo iba penúltimo con un vestuario desarraigado. Luisinho iba por un lado, Lucas por otro, teniendo que justificar el pago por la cesión del Arsenal, ya fuese por lo civil o lo criminal, y Muntari, Krohn-Dehli o Guilherme en no se sabe dónde. Parralo tenía una prueba insuperable, que no superó, y dejó a Seedorf que completase el descenso a Segunda.
A Tino Fernández le faltó tiempo para recuperar el trozo de ilusión perdido como deportivista para venir a jugar a la ruleta a Ferrol. Su primera gran decisión fue no tener paciencia con Larraz y traer a Cristóbal Parralo, con quien se ha eternizado en el banco. Parralo, entrenador de viejos formalismos, demostró saber desenvolver a la perfección su trabajo en Tercera y Segunda B. Hasta ahí.
Su primera etapa en el Racing fue como en el Fabril: Impecable. Se dedicó a cumplir objetivos de manera rigurosa. Mantuvo al equipo en Segunda B con el triunfo final en Luanco. Era el año post-pandémico. Luego, hizo una excelente temporada en 2021/22, que no llegó a afear la derrota en Balaídos contra el Tarragona, donde el pueblo racinguista sentó las bases de una nueva era. El ciclo se cerró en 2022/23 con el brillantísimo ascenso a Segunda. Quince años después, el Racing regresaba al fútbol profesional.

ACTO II

LOS DATOS Y LA TOMA DE DECISIONES (publicación en breve…)

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