Sucedió lo que muchos demandábamos —si se nos permite— o al menos añorábamos: habló el dueño de la mayoría de las acciones del club.
Y lo hizo con el tono al que nos tiene acostumbrados quienes le seguimos de forma activa —por ejemplo, en LinkedIn—, donde es todo un influencer empresarial, además de en los podcasts o entrevistas en los que participa de forma esporádica.
Iñaki —así se dirigieron a él durante la charla en el programa Ao Contrataque— es un tipo afable, de esos que generan empatía y ganas de pedir otra ronda para seguir charlando, para hacer notar que aún no nos vamos.
Cuando voy al fútbol o al baloncesto me fijo mucho en la cara y los gestos de los jugadores; me gusta interpretar el lenguaje corporal, las sensaciones, ponerme en la piel del otro. Creo que hay detalles que hablan por sí solos.
Aplicando ese principio a la entrevista, creo que hubo un par de mensajes interesantes.
Por un lado, pese a que muchos insistan, aquí y allá, en que el club es de Ignacio Rivera y que él es quien manda, no estamos ante una figura «pitermaniana«. Hay una delegación absoluta de las funciones deportivas.
Por otro, nos quedamos con ganas de saber cuál es exactamente el papel de Tino Fernández en la estructura del club. Eso sí, el dueño dijo que “manda mucho” y que además “tiene que mandar”. Seguimos sin saber si ello entra en conflicto con el párrafo anterior.
Hablando del consejo, parece más bien una democracia de amigos: se discute, se llega a conclusiones; y eso sí, se mantiene la ilusión intacta y las ganas de llevar al Racing lo más alto posible.
Ya tenemos terrenos y hasta se habló de residencias y del Villareal. Me emociono. Y no voy a entrar en por qué no se compraron los terrenos antes, o por qué no se intentó hacer un campo básico de entrenamiento. Ya no vale la pena.
Rivera pidió a la afición que no abandone, que siga apoyando, que se ilusione. Y dejó caer que quizá el ascenso fue inesperado, que “nos pilló un poco…”. Me siento cómodo diciendo que no, no abandonaremos.
Si eché en falta algo —aun entendiendo que, como decía antes, la parcela deportiva no es la suya— fue un poco de rabia, considerando que este Racing va camino, casi inexorablemente, de ser el peor de los más de cien años de historia del club.
Sinceramente creo que, del mismo modo que el buen rollo suma, la ausencia de mala leche resta. Y tiene que haber límites. Semana tras semana encuentro dos cosas inaceptables, que no deberían tolerarse, y cuyo daño es más que palpable.
La primera: la constante comparación de Menéndez con lo anterior. Más allá de ser falsa, es torticera, injusta y cobarde. Bien haría el peor entrenador de la historia del Racing —y me aventuro a decir que no se me ocurre nadie que en 20 partidos de fútbol profesional haya sumado menos puntos que él— en dejar de desdeñar el trabajo de un señor que nos subió a Segunda. Los “cuando llegué había muchas cosas descontroladas” sobran.
La segunda: el hecho de que no haya hecho autocrítica jamás. Parralo, con su seriedad, pedía disculpas, asumía culpas y se marchaba. Ahora, además de deambular, tenemos que escuchar que estamos mejorando, que esto y que lo otro.
Señor, pida disculpas y circule. Ya bastante tenemos. Imagino que el consejo, como nosotros, está deseando que acabe la temporada y ya trabajando en la siguiente. Tenemos la ventaja de haber tenido casi un año donde otros tienen un par de meses. Aprovechémoslo esta vez.