Hay seres humanos que brillan con luz propia, sin necesidad de buscarlo, y, en muchas ocasiones, incluso en contra de su voluntad.
Ferrol tiene una estrella. Un futbolista de raza, un káiser en el centro de la defensa. Un tipo educado, elegante y formal. Un caballero alejado de los focos, con botas negras como las de antes.
Apoyado en sólidos valores y creencias: en Dios, en su familia y en el coraje de quien se convierte en un ejemplo de vida. Un espejo en el que yo, sinceramente, quiero mirarme.
Un hombre al que la vida golpeó en los cimientos. Un ejemplo de superación diaria.
Un ser humano al que el destino llevó a la lona y puso contra las cuerdas una y otra vez, durante más tiempo del que podamos imaginar sin quedarnos sin aliento.
Uno más, uno como nosotros. De esas personas que deberíamos convencer entre todos para que, cuando se apaguen los focos, nos guarde en su corazón, del mismo modo que nosotros le guardaremos en el nuestro.
Nunca caminarás solo.
Y Naldo nunca camina solo, porque cada vez que salta, cada vez que pelea un balón, cada vez que dirige al equipo, Naldo son dos. Él y un ángel que siempre le acompaña desde el cielo.
Querido Naldo, solo quiero decirte que estamos muy orgullosos de ti. Que, cada vez que saltas al campo, se nos pone la piel de gallina. Que tenemos mucha suerte de tenerte.
Que cambiaríamos ganarlo todo por verte sonreír. Que tu familia, hoy, somos miles y miles. Nos tienes detrás.
Gracias por elegirnos. Gracias por tu dedicación, por tu esfuerzo y por hacernos sentir protegidos cada semana.
Hoy creo hablar en nombre de toda la familia racinguista: Edinaldo Gomes Pereira, Ferrol está a tu lado capitán.